Mi primer trabajo fue en negro y tenia unos once años. Consistió en explotar uno de mis hobbies de entonces, hacer pulseras, collares y anillos y luego venderlos. Se nos ocurrió a dos amigas mellizas, que eran un año mayores que yo, y a mi una tarde de verano, hablando en el jardín, y creo que ese verano y los de los años siguientes, hacíamos avalorios para entretenernos juntas y luego los vendíamos para poder hacer más.
Quizás ese fue el movimiento más “emprendedor” que he tenido en mi vida. Y era muy chuli. Lo recuerdo con un montón de nostalgia. Todas las niñas de la urbanización donde veraneábamos llevaban complementos nuestros.
El jueves estaba con mi marido en Sarrià, tomando el aperitivo, y en eso vinieron dos niñas de esa edad con un platito lleno de pulseras, llaveros y gargantillas de gomitas de colores. Me preguntaron si quería comprarles una y me dijeron que el precio era un Euro. ¿Cómo no iba a comprársela? Por un momento me transportaron a aquél lugar, aquéllos veranos y me sentí genial. Aunque nostálgica.
Esther